La Iglesia se se erige en nombre de San Benito Abad. Parece ser una construcción de estilo románico, remodelada en varias ocasiones: una en tiempos barrocos y posteriormente en 1944. Se elevó seguramente encima de un antíguo cementerio ya que al realizar obras, en los años 80, para arreglar el suelo de la Iglesia, se encontraron osamentas debajo, señal que en algún tiempo hubo allí un cementerio seguramente pegado a la antigua iglesia. Ya se había encontrado huesos al hacer las obras para la acometida de agua a las casas y al quitar el viejo Olmo muerto.
Construida a base de mampostería, con sillares de refuerzo en las esquinas de la torre y en los vanos. A los pies se levanta la torre, de planta rectangular y dividida en tres cuerpos. Como remate un curioso conjunto metálico con una semiesfera y veleta en su parte superior. En el cuerpo superior se abren alargados vanos en arco de medio punto que sirven, los dos situados en el muro de los pies, para albergar sendas campanas.
Dos modernos relojes, uno en la misma fachada que las campanas y el segundo en la sur, completan la decoración de la parte superior de la torre. El acceso al interior se realiza por la fachada de la Epístola, a través de un atrio cerrado. En el centro se abre la portada, en arco de medio punto formado por grandes dovelas. Encima de la clave del arco, inscrita en un pequeño círculo, figura la fecha: “ año 1951”, correspondiente posiblemente al año en que se realizó el curioso revocado en relieve de esta fachada. En el sillar de la citada clave se encuentra tallada una sencilla cruz de calvario. El arco apea sobre dos impostas, en las cuales todavía puede apreciarse una sencilla decoración a base de pequeños círculos en forma de flores.
En el muro de la parte superior del presbiterio recayente a esta misma fachada se pueden contemplar dos inscripciones. La primera, dentro de una placa rectangular de cemento recoge la fecha de la última reforma, así como un nombre, que seguramente corresponda con el párroco del pueblo en esas fechas: “ P. C. / Dº Isidro Martínez / 1.944 ”. La segunda se puede ver en el dintel de la pequeña ventana que aquí se abre, y que recoge la fecha de 1.783 , junto a unas letras ilegibles. Probablemente haga referencia a la reforma barroca realizada en el siglo XVIII, y que incluyó la cubierta del presbiterio.
A través de este pórtico se accede a la portada original del templo, de origen románico, y el elemento más interesante del mismo. Es sumamente sencilla, formada por dos arquivoltas sin ningún tipo de decoración. En un momento indeterminado, tal vez en la reforma de los años 50, se optó por pintar los sillares y capiteles con pintura marrón y las junturas en blanco, lo que desvirtúa sobremanera su vista y apreciación. Las arquivoltas apean, la exterior sobre una alargada columna acodada, y la interior sobre una sencilla pilastra. En ambos lados, lo más interesante son los capiteles, que se encuentran muy deteriorados por la erosión, lo que hace difícil interpretar su iconografía.
En el lateral izquierdo presenta, al frente una figura con capa y la mano izquierda levantada sujetando algo que no se puede concretar. En la esquina la representación de lo que podría ser un árbol muy esquematizado. Por último, en el lateral, un animal de cuatro patas con la cabeza vuelta y el rabo levantado. En el lado derecho el capitel se encuentra bastante más deteriorado, por lo que solamente son apreciables las siluetas de dos figuras, una masculina al frente, y la segunda probablemente femenina en el lateral. Desde el mismo pórtico se accede, a la izquierda, al baptisterio, en cuyo frente se conserva un arco de medio punto de época barroca, con impostas molduradas y unas toscas cruces pintadas en color rojo en el intradós de los sillares superiores de ambas jambas. En el centro se ubica la sencilla pila bautismal, exenta de decoración, y tal vez de origen medieval. Al interior consta de nave única que se cubre con alfarje de tradición mudéjar que simula una techumbre de par y nudillo con sus correspondientes tirantes. Se decora con pequeñas estrellas de seis puntas y alargados huecos con formas curvas y puntiagudas en sus partes superior e inferior.
Mediante arco triunfal se accede al presbiterio que se cubre con cúpula sobre pechinas. Presenta coro alto a los pies. El retablo mayor es de estilo barroco, del siglo XVIII, y alberga cinco interesantes pinturas sobre tabla del siglo XVI que representan la Crucifixión, Circuncisión, Visitación, Presentación y Anunciación. No sabemos cuál fue el coste de la ejecución de la obra, pero sí que para las pinturas (salvo la Circuncisión, obra de Pedro de la Puente, oficial de Soreda) se encargó su realización a un famoso artista afincado en Guadalajara en el siglo XVI: Juan Soreda, concretamente entre los años 1.507 y 1.512. Este hombre trabajó en la Catedral de Sigüenza, en el magnifico retablo de Santa Librada, y también plasmó sus conocimientos de pintura en el retablo de nuestra Iglesia, dejándonos muestras inconfundibles de sus artes pictóricas aprendidas de otro de los grandes, Pedro de la Puente, que reflejaron en sus lienzos las modas y vestidos de la sociedad italiana de aquel tiempo.
A la izquierda de nuestra Iglesia, se encuentra un retablo de Juan de Losa, que reza: "Pintó esta nuestra Señora de Belén el Padre Don Juan de Losa fundador de el oratorio de San Feliph de Nerie de la villa de Molina. Año de 1.621".
A la vista está la delicadeza y calidad de las pinturas del retablo, las tablas de la Virgen María, la puerta del sagrario, que recoge la escena de Santa Librada en la cruz, y el Calvario que sirve de remate superior." Hace tan solo unos años, se procedió a la recuperación de este bonito conjunto, cuyo estado era ya preocupante debido a la humedad, carcoma, desacoplamiento, etc., El Ilmo. Ayuntamiento de Torremocha asumió los gastos de la recuperación, junto con "la casi segura" aportación de Ibercaja, Obispado y otras formas de subvención, además de las aportaciones de los feligreses y vecinos de Torremocha. Según documentación al respecto, el importe de la restauración ascendió a cuatro millones trescientas mil pesetas (unos 25.800 euros). Destaca así mismo un pequeño altar realizado por Juan Bautista de Losa y Alcázar, clérigo de Cifuentes que vivió en el siglo XVII, y que fundó diversos oratorio dedicados a San Felipe Neri en la diócesis de Sigüenza, como reza en una pequeña inscripción bajo la tabla central. A lo largo de la Iglesia, encontramos un total de 14 pasos que recuerdan el calvario de Jesús.
Paso I
Paso II
Paso III
Paso IV
Paso V
Paso VI
Paso VII
Paso VIII
Paso IX
Paso X
Paso XI
Paso XII
Paso XIII
Paso XIV
En cuanto a la torre de las campanas, se accede desde las escaleras que llevan al coro. Desde ahí, suben escaleras pasando por la puerta de acceso a la maquinaria del reloj.
Existen en el campanario dos campanas con unas inscripciones. La primera de ellas reza: "Dedicada a San Benito Abad. Se fundió siendo cura Don Enrique Nieto y Alcalde Don Martín Abad y a expensas del Ayuntamiento de Torremocha del Pinar. Año mariano de 1.954". La segunda de estas campanas reza: "Dedicada a la Virgen del Rosario. Se fundió en Sigüenza por los Colinas siendo párroco Don Modesto Hurtado y alcalde Don Marcos Sanz Sacristán; Concejales Saturnino Sanz, Feliciano Mellado, Hilario Camosa y Martín del Castillo; Secretario Vicente Cortés. Año de 1.913". Esta segunda campana, ha sido escrita con tiza en años cercanos, leyéndose: "No Voltear".
Las campanas se tocaban sin subir a lo alto del campanario tirando de una cadena que estaba atada a la misma y bajaba en vertical hasta el nivel del suelo. Cuando había una celebración importante, fiesta del pueblo, boda etc., se subía al campanario y es cuando las volteaban entre varias personas hasta el punto que cogían tanta velocidad que al badajo no le daba tiempo a golpear.
El reloj del campanario de Torremocha del Pinar fue instalado en el año 1964 por la empresa MANUFACTURAS BLASCO de Roquetes (Tarragona). El contrato de adquisición del reloj se firmo el día 12 de junio de 1964, siendo alcalde Gregorio Sanz y secretario Teófilo Gutiérrez. El tipo de reloj es de remontaje eléctrico de horas y medias y repetición de horas y dispositivo para accionar sirena, con motor eléctrico a 125 voltios y dispone de 3 esferas de 1,20 metros de diámetro.
En el archivo del Ayuntamiento solo hemos podido encontrar unos escritos de Manufacturas Blasco dirigidos al Ayuntamiento a finales de 1963. (No aparece el archivo de 1964).
Mantuvimos conversación telefónica con don Francisco Tafalla (yerno del propietario D. José Blasco Bosch), que firma los escritos antes mencionados y que fue la persona que realizó la instalación del reloj en 1964. Años después, tuvo que sustituir una de las esferas que se había roto.
Posteriormente Manufacturas Blasco, fue adquirida por una empresa extranjera que desapareció mas tarde y con ello se perdió gran parte de documentación. El Sr. Tafalla nos comentó que en aquella época colocaron relojes públicos en varios pueblos de Guadalajara, entre ellos Herrería y varios años antes en Selas.
En Internet hemos encontrado la siguiente información proporcionada por un relojero de Tarancon (Cuenca) relacionada con este tipo de reloj:
"Estos relojes en un principio fueron de cuerda manual. Mas tarde el encargado de la empresa, Sr Tafalla, ideo un mecanismo que sustituyendo la rueda imperial de la marcha y acoplando un juego de piñones que aguantaban una pequeña pesa de unos 2,5 Kg. hacían funcionar el reloj sin darle cuerda. Este sistema de piñones cargaba la pesa hacia arriba para que funcionara el reloj a través de los toques horarios y la cuerda de la sonería se cargaba mediante un motor que se accionaba a través de la rueda de horas, a esto se le llamó remontaje eléctrico."
En la web http://www.historiadevillapalacios.es/ de Villapalacios (Albacete) puede encontrarse el contrato completo de la compra de un reloj a Manufacturas Blasco, con detalle del tipo de reloj y adquirido en 1950 por 35.654 pesetas. En esta página también puede encontrarse una amplia relación de ciudades y pueblos donde continúan funcionando estos relojes, a la que habría que agregar Torremocha del Pinar en Guadalajara.
La Ermita de San Bernardo se encuentra situada en la Finca Arandilla, en la cabecera del río del mismo nombre. Para llegar hasta ella hay que tomar desde Torremocha del Pinar, el camino que se dirige hacia el Santuario de la Virgen de Montesinos, y justo antes de llegar a la explanada del Campamento, tomar el desvío que sale a la derecha, que señaliza dirección a la Finca Arandilla. En total hay que salvar una distancia de unos seis kilómetros. Ah y cuidado con las vacas y toros!
Hay que tener en cuenta que la citada finca es propiedad particular, y que su acceso por el camino indicado se encuentra cerrado por una puerta metálica, por lo que es necesario pedir permiso a los propietarios para acceder a la misma.
La Ermita ocupa un pequeño edificio de planta rectangular, situado frente a la casa principal, y está precedida de un amplio espacio cerrado frente a su fachada principal. Presenta orientación canónica hacia el este, y el acceso se realiza a través de una sencilla puerta arquitravada que se abre en el centro de la fachada sur. El interior se cubre con techo bajo. En los muros laterales se pueden ver tres pilastras adosadas en cada uno de ellos. Estos muros y el de los pies se encuentran ocupados por abundante iconografía religiosa. En el centro de la cabecera se ubica un sencillo retablo con la imagen del titular. A ambos laterales del retablo se abren dos pequeñas puertas: la de la izquierda con funciones de confesionario, y la derecha de pequeña sacristía. Esta Ermita, muy remodelada, es el único vestigio que actualmente resta del asentamiento que aquí tuvieron los cistercienses de Santa María de Huerta, a instancias de Don Manrique de Lara y sus sucesores, quienes promovieron la construcción en el lugar de un monasterio que sirviese de enterramiento para ellos y sus familiares.
Este proyecto no llegó a cuajar, quedando finalmente como granja y lugar de retiro para los monjes del citado monasterio de Huerta, hasta la desamortización de Mendizábal, que fue enajenada la heredad o finca y posteriormente adquirida por particulares que actualmente la dedican a explotación agrícola y ganadera, así como a lugar de reposo, a lo que invita dada su privilegiada situación en la cabecera de un pequeño valle, rodeado de pastos y pinares.
La Ermita de San Juan se encuentra situada junto al cementerio del pueblo, a la derecha del camino asfaltado que se dirige a la ermita de la Virgen de Montesinos. Se trata de un edificio de planta cuadrada que cierra con tejado a cuatro aguas.
Construido a base de mampostería unida con abundante argamasa a excepción de esquinas, puerta de ingreso y ventana en fachada principal, en piedra sillar.
El acceso al interior se realiza en el muro de levante, a través de una puerta en arco de medio punto, formado por nueve dovelas (cuatro por lado mas la central o clave). El arco apea en dos sencillas impostas molduradas. Las ocho dovelas se encuentran decoradas con formas geométricas a base de incisiones y bajorrelieves que siguen su contorno. La puerta de madera presenta dos batientes, abriéndose en el de la derecha una más pequeña que sirve de acceso.
En la clave se encuentra grabada en relieve una cruz dentro del bajorrelieve común al resto de dovelas.
Encima de la puerta se abre una ventana rectangular formada por cuatro grandes sillares con decoración en derrame hacia el interior.
Parece ser que fue plantado por orden de los Reyes Católicos, para conmemorar la reconquista de España, aunque aún estamos buscando la confirmación de tal parecer.
Nuestro Olmo murió hace unos años a consecuencia de la grafiosis, enfermedad que afectó a todos los olmos de la provincia. Actualmente y después de haber probado con un platanero y un roble, hay otro olmo que hará las tardes de verano mas frescas a su sombra.
¿Por qué un Olmo?
Tal vez el olmo no haya tenido entre los pueblos antiguos la misma relevancia y significado que otros árboles, como el roble o el tejo, pero éste, a diferencia de los otros, ha sido un árbol de pueblo, de vecindario, de paisanos, donde los acontecimientos más sencillos de la comunidad se han contado a su lado, donde los ancianos tenían su sitio a la sombra, en el poyete que lo bordeaba, donde la chiquillada ha ahogado con sus griteríos de juegos el silencio de la siesta y el trinar de los pájaros; representando a lo largo de muchos siglos el lugar de reunión, de encuentro y paseo de las gentes sencillas. Él ha sido el centro de la vida y de las villas, el amigo, el compañero, que cuando muere se le hecha de menos. Él en definitiva ha sido el árbol del pueblo.
Aunque escasas, las primeras noticias históricas que se tienen del olmo se remontan a los escritores griegos y romanos. Homero, Pausania, Filostrato, Plinio, Quinto Esmineo... nos cuentan que al comienzo de la guerra entre atenienses y troyanos, que mantuvieron por la devolución exigida por Atenas de Helena y las propiedades de Menelao; Protesitao, tío de Filoctetes e hijo de Ificle, fue muerto por Héctor y enterrado en el Quersoneso tracio, cerca de la ciudad de Eleo, entre altos olmos plantados por ninfas. Las ramas de los olmos que miraban a Troya, al otro lado del mar, pronto echaban hojas, pero pronto se secaban, en tanto que las ramas que miraban en dirección contraria seguían verdes inclusive en invierno. Cuando estos crecían, a la altura de que un hombre subido en ellas pudiera divisar las murallas de Troya, estas se secaban y las raíces volvían a brotar nuevos vástagos.
En Villaescusa (Zamora), dicen que se hallaban dos caballeros batiéndose bajo un olmo. De pronto se les apareció la Virgen entre sus ramas, dejando los caballeros de luchar y exclamando “buena excusa para dejar de batirse”, por lo que el pueblo cogió el nombre de este hecho “Buena excusa”. En Casas de Uceda (Guadalajara), la Virgen se le apareció a un pastor en forma de paloma en lo alto de un olmo. El pastor recogió a la paloma llevándosela a otro pueblo y cuando la soltó esta acudió al mismo sitio, esta operación se repitió varias veces, hasta que en la última la paloma se transformó en Virgen, levantándose en ese lugar la ermita de la Virgen del Olmo, muy venerada por los lugareños. Similar a esta historia es la que se cuenta en otro pueblo de esta provincia, Maranchón.
Sabemos, que al promulgarse una de las primeras constituciones del siglo IXX, se plantaron olmos en la plaza de los pueblos, frente a los ayuntamientos constitucionales (LÓPEZ, 1989). Igualmente sabemos que algunos pueblos plantaron sus olmos como imitación a otros más grandes, y que Carlos IV ante la falta de madera de álamo negro en las Maestranzas de Artillería de España promulga una Real Orden en 1798 para que se realice siembras y plantios por todo el reino, existiendo la posibilidad de que para celebrar estas plantaciones se colocara uno en la plaza o a las afuera del pueblo.